Para mis lectores de fuera de Chile (¡ejem!), una breve introducción:
La semana pasada ocurrió un accidente que sacudió al país. Un avión que se dirigía al archipiélago de Juan Fernández (a unos 670 kms. de Chile) cayó al mar y murieron sus 21 ocupantes, todos vinculados con nobles labores de reconstrucción post-terremoto 2010. Las razones aún se desconocen y lamentablemente murió después uno de los voluntarios rescatistas, llevando la cuenta de víctimas hasta las 22. Entre los fallecidos identificados está Felipe Camiroaga, uno de los conductores televisivos más famosos del país. Siendo conductor de un matinal, la frase “me despertaba todos los días con él” no deja de escucharse entre las muchas personas que lo recuerdan.
Pero a lo que me quiero referir es a algo tangencial a esto.
Este ha sido el mayor tema comunicacionalmente durante creo que ya 12 días, y se ha prestado para muchos mensajes de duelo. Pero uno de los temas más repetidos ha sido el “que esto nos sirva de recordatorio de que tenemos que vivir cada día amando a nuestros seres queridos… a veces nos vemos atrapados tanto en el día a días que olvidamos decirle a nuestros seres queridos que los amamos…” y variaciones de eso.
Escucharlo tanto me hizo surgir la duda: ¿realmente existen tan grande carencia de amor? La idea es que no amamos, o no amamos como debiéramos, o como mínimo, no expresamos nuestro amor. Y eso me hizo preguntarme si no seré parte de la excepción que confirma la regla. Puede que sea por trabajar independiente y básicamente sin horarios. Puede que sea por crianza. Puede que sea por ser cristiano. Puede que sea en realidad por sinergia. Pero sea por lo que sea, mis días no quedan grabados como un día en que faltó amor. Mi esposa, mi familia, mis amigos… el Rémy. Todos ellos están ahí: ellos saben que los quiero y yo sé que me quieren.
Sea por lo que sea, doy gracias a Dios. Porque puede que haya carencias a veces… pero no son de amor.