La de historias.
Como la vez que en McDonald’s fingimos que él era ciego y yo su guía. Ya no me acuerdo por qué…
O la vez que hicimos dedo y nos llevó un camión tan destartalado que el chofer iba envuelto en una frazada porque entraba frío por todas partes y nosotros nos congelamos…
La historia de Isaac es de determinación y esfuerzo. Tenía claro lo que quería estudiar y yo no tanto, así que nos empezamos a separar cuando, habiendo los dos entrado a estudiar ingeniería juntos, su amor por las matemáticas (y por el estudio) dejó al mío en verguenza. Y después lo pateó en el suelo.
Cuando conoció a Daniela ya no estábamos tan unidos como antes, pero a pesar de eso podía ver claramente cómo se amaban y cómo Dios los acompañaba, abriéndoles puertas, ventanas, portones… Ahora están lejos y deben estar pasando frío, pero les envío muchos abrazos y algunos de los grados celsius que acá nos sobran.
Y una marraqueta con palta.
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